La primera primera vez que oí hablar de la belladona fue de niño, cuando acudí al oculista a graduarme la vista. El médico me aplicó un colirio y me hizo esperar un rato antes de observarme los ojos con sus aparatos. Poco tiempo después, hizo efecto el producto y lo ví todo borroso, de ninguna forma podía enfocar la mirada. Cuando le pregunté que me había hecho, me contó que me había aplicado una solución de belladona para dilatarme las pupilas y que en unas horas recuperaría la visión normal. Me sentí muy interesado por aquello y en una enciclopedia descubrí que se trataba de una planta con mucha historia y múltiples leyendas a sus espaldas.
Las damas romanas eran muy presumidas y tenían a su alcance una gran batería de cosméticos, muchos de ellos heredados de la farmacopea griega, que, a su vez, se inspiraba en los conocimientos del Antiguo Egipto. Y así, una planta de la que los sabios del Nilo estraían sustancias para mitigar el dolor y los griegos como afrodisíaco en los rituales dionisiacos, era usada por las romanas para blanquear el cutis y dar profundidad a sus seductoras miradas dilatado sus pupilas.
En Siria se utilizaba para dar fulgor a la mirada de los guerreros en los desfiles minerales. Los Celtas la ingerían en las ceremonias dedicadas a la diosa de la guerra.
En el Medievo su conocimiento y utilización pasa a convertirse en un secreto de los alquimistas y los brujos, como también ocurre con la mandrágora, el beleño y el estramonio, también pertenecientes a la ilustre familia de la solanaceas.
Esta familia botánica no sólo tiene miembros diabólicos, la patata y el tomate también pertenecen a ella, además del tabaco, pero este último de inocente tiene poco.
Este arbusto crece en lugares umbrios y suele preferir suelos arcillosos. Puede alcanzar el metro y medio de altura y sus flores son tubulares, fétidas y de color morado, aunque también hay variedades de flor amarilla. Los frutos son redondeados, negros y brillantes, del tamaño de un tomate cherry y de pulpa dulce. Son la parte de la planta con mayor concentración de principios activos, aunque los pájaros las comen, siendo inmunes a sus efectos y dispersan las semillas en sus excrementos.
El nombre sistemático de la planta es Atropa bella–donna. Átropos es una de las tres Moiras de la mitología griega, la que cortaba con sus tijeras el hilo de la vida, haciendo referencia a la peligrosidad de su uso, en dosis inadecuadas, mortal. Bella donna, del italiano, recordando el valor cosmético de este vegetal.
Las sustancias psicotropicas que posee son habituales en las otras solanaceas brujeriles: Hiosciamina, atropina y escopolamina. En altas dosis son mortíferas, en dosis medias son alucinógenas y en pequeñas cantidades medicamentos muy útiles. En oftalmología, como decíamos al principio, sirve para dilatar pupilas. También se usa para tratar los espasmos bronquiales, el Parkinson y el colon irritable.
Recibe diversos nombres populares: beladona, belladama, belladonna, belaiki, solano furioso, solano mayor. En España, la podemos encontrar en zonas sombreadas y húmedas, no muy lejos de los ríos.
Hace poco volví a tener noticia de mi vieja conocida la belladona. Un amigo excursinista habia recolectado un puñado de sus frutos en una visita a Galicia y, sin encomendarse ni a dios ni al diablo, había elaborado un bizcocho con ellas, confundiéndolas con arándanos y me había invitado a degustarla.
Me dí cuenta a tiempo de la confusión, cuando, tras un par bocados no reconocí el típico sabor del arándano e interrogué a mi amigo por el aspecto de la planta. Afortunadamente no habiamos comido mucho, pero esa noche, de vuelta a casa, avisté varios ovnis y mi amigo juraba, al día siguiente, que había visto a Gollum en su cocina.
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