Hasta los monstruos necesitan sacar la cabeza del agua para respirar. El aire fresco de las Tierras Altas cargó de oxígeno al animal, que volvía de las profundidades del lago tras ingerir una buena cantidad de salmones. Un fotógrafo esperaba agazapado en la orilla la foto de su vida. La luz de la luna mostró una repentina ondulacíón en la superficie inmóvil del agua y luego surgió una enorme cabeza de saurio seguida de un descomunal cuello de serpiente. El flash hizo reaccionar al animal con suma rapidez y atacar al hombre que lo disparó, que quedó atrapado en sus fauces. Después, el asesino, con una helada sonrisa en el rostro, condujo el inerte cuerpo de la victima a las tinieblas del Lago Ness.
La cámara, milagrosamente, quedó ilesa, siendo encontrada más tarde por un excursionista que la entregó a la policía. Cuando la familia denunció la desaparición del fotógrafo, el agente Wister decidió extraer las fotografías de la memoria. La última imagen registrada mostraba un extraño animal, un plleisosaurio según los entendidos. La investigación ya tenía al sospechoso identificado. Lo siguiente sería encontrarlo y detenerlo.
Los medios de comunicación dieron un bombo inusitado a la desaparición del fotógrafo, la afluencia de turistas aficionados al misterio fue tal que se ocuparon todas los alojamientos disponibles en las proximidades del lago Ness. La Royal Navy envió buceadores y drones acuáticos para explorar el fondo lacustre, pero no encontraron nada. Los investigadores aficionados tuvieron más suerte que los militares y si les diéramos crédito a todos, el lago tendría una verdadera sobrepoblación de monstruos antidiluvianos y varias especies distintas, teniendo en cuenta las descripciones y las presuntas fotos y videos que circulaban por la red.
Wister, el policía, trabajó sin descanso hasta que el juez determinó que había que cerrar el caso. El desaparecido fue declarado oficialmente como difunto, aunque no se halló el cadaver. Se había sobrepasado el presupuesto y el tiempo razonable.
Sin embargo, Wister no quedó satisfecho y decidió viajar a Londres a entrevistarse con un detective privado que ocasionalmente colaboraba con Scotland Yard, un tal Holmes.
El detective resultó ser un excéntrico personaje que recibía a sus clientes en una desordenada y sucia habitación. De edad indefinida, delgado y alto, se hacía acompañar por un ayudante,Watson, médico y excombatiente, de aspecto rechoncho y bonachón, que amablemente le indicó que se sentara.
El sargento Wister no fue interrumpido durante su larga exposición, pero si observado con intensidad por los ojos penetrantes de Holmes, más de ave rapaz que de caballero inglés, que se negó a ver la fotografía rescatada.
Holmes,tras un silencio que se le hizo eterno al impaciente conferenciante, encendió una pipa, siguió con la vista las volutas de humo que ascendían al techo, y al fin, habló:
» El fotógrafo desaparecido les ha tomado el pelo a todos. A estas alturas ya habrá cobrado el seguro de vida y estará bien lejos de Inglaterra. Investigue si tenía seguro y verá que sí. Mande la foto del monstruo a un especialista serio que no crea en ovnis, yetis o zombies y certificará su falsedad. Respecto al animal misterioso, piense usted… ¿Creé que una comunidad de pleisosaurios puede pasar desapercibida en mitad de Escocía o que un sólo ejemplar puede sobrevivir sesenta y cinco millones años? Elemental.¿No es así Watson? -concluyó, dirigiendo la mirada a su ayudante.
El sargento Wister abandonó la estancia decepcionado y molesto por la altivez del detective. Sin embargo, como no tenía nada que perder, hizo caso de los consejos de Holmes. Comprobó, sorprendido de su propia estupidez y la de sus superiores, la veracidad de los razonamientos del detective relativos al seguro y a las fotos manipuladas. Consiguió la reapertura del caso y que dos años más tarde el fotógrafo fuera detenido en las Bahamas, donde disfrutaba de su ilegítima fortuna y usaba una identidad falsa.