El Desierto llama a tu puerta

El Desierto del Sáhara fue, no hace mucho, un hermoso vergel. Abundante en jirafas, leones y elefantes, cobijaba a una importante población humana. Cuando las nieves de la glaciación retrocedían hacia el norte, el desierto avanzaba desde el sur y un día el hermoso jardín de África septentrional se secó. Una parte de los habitantes se refugiaron en las fértiles orillas del Nilo, allí fundaron la civilización egipcia. Otros permanecieron en sus tierras, cambiando la lanza de caza por el camello de carga y mercadearon, viviendo como sedientos nómadas.La Tierra, a lo largo de su historia, ha cambiado muchas veces el clima. Erupciones volcánicas y meteoritos, cambios en el eje de rotación, en los polos magnéticos, modificaciones en la composición de la atmósfera, en la posición de  la Luna… La conjunción de estos factores en las diferentes latitudes, determina si tendremos un glaciar o un desierto. Pero desde que el primitivo humano conoció las tecnologías y las aplicó en su desarrollo, las actividades agrícolas, ganaderas e industriales se convirtieron también en un agente de los cambios climáticos.

El calentamiento global de la actualidad es competencia exclusiva de la humanidad. La consecuencia directa es la desertificación progresiva del planeta. Si el factor humano no incluyera, estaríamos en las puertas de una nueva glaciación y nada más lejos de la realidad.

Veamos algunas formas de interacción del hombre con el clima:

• Emisión desorbitada de gases efecto invernadero. Ya sea por el uso de energías no renovables, por la sobreexplotación ganadera o la utilización de gases no ecológicos. Los rayos infrarrojos que emite la superficie del planeta tras absorber otras frecuencias de luz solar se reflejan en esta capa de gases y aumentan la temperatura de la atmósfera.

• Deforestación exponencial, ya sea por hacha o por el fuego, favoreciendo la pérdida de suelo fértil y la escasez de lluvias. Este verano hemos batido el record de incendios en España y siguen sin tomarse medidas efectivas. Cuando llueva, el agua arrastrará la parte fértil del suelo y la primavera siguiente no podrá crecer la flora acostumbrada, sino la oportunista, poco exigente en nutrientes y humedad. El bosque quemado nunca volverá a ser el mismo bosque, a lo sumo una caricatura recalificable, que ya no invocará a la lluvia como antes del fuego.

• Mala distribución de los recursos hídricos, mediante canalizaciones, embalses y pozos sin ningún orden o planificación. En la Hispania Romana, una ardilla cruzaba de árbol en árbol desde los Pirineos a Gibraltar sin pisar el suelo. Hoy, una pelota de golf puede hacer el mismo recorrido de hoyo en hoyo, de un campo al otro, si caer fuera del césped. En un país con problemas de desertificación no se puede malgastar el agua de ese modo.

• Cultivos inadecuados a los terrenos. En Argentina y Brasil se están arrasando bosques tropicales para hacerle sitio a los cultivos de soja, la alternativa ideológica de la carne (cuya producción aporta metano y óxido de carbono a la atmósfera). La soja, cultivada fuera del Sureste Asiático, su territorio natural, es tan perjudicial como la ganadería para el clima terrestre.

• La demografía desbordante. Somos demasiados en la tierra, produciendo gases como los del ganado y agotando el agua dulce para nuestro mantenimiento y despilfarro. El Biosistema Terrestre ya no puede mantener la Civilización Industrial por mucho tiempo. Este año, por primera vez la demanda de recursos naturales supera a la producción de estos.

El desierto ya está en la puerta de nuestras casas. Lo hemos invitado nosotros y viene con hambre. Dejemos ya de alimentar a la bestia.

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