Miel y agua en un recipiente de barro expuesto al aire…Y ocurre la magia, la mezcla primitiva se transforma en algo diferente, la hidromiel, que al ser consumida por el humano afecta su percepción, estado de animo y sentido del equilibrio. Así pudo ser la primera borrachera del Homo sapiens.
Después vendrá la cerveza, esta vez será el cereal el que experimente la transformación, más tarde, el zumo de uva alterado, dará el vino.
Muchos siglos más tarde, la ciencia pudo explicar el fenómeno:
¿Qué tienen en común la miel, el cereal y la uva?
Unas sustancias conocidas como hidratos de carbono o azúcares.
¿En que otra sustancia se convierten?
En un alcohol apto para el consumo humano, el etanol.
¿Quién hace la transformación?
Las levaduras. Unos microorganismos, hongos en este caso. El proceso fue llamado fermentación. Como todos los microbios, las levaduras son invisibles y fácilmente transportables por el aire.

No fue magia, pero lo parecía.
La aparición de bebidas alcohólicas en la humanidad no se puede calificar de invento, se trata de un descubrimiento, donde el azar movió los hilos.
La hidromiel pude tener una graduación de 4° a 18°, según la cantidad de miel y el tiempo de fermentación. El sabor no ha de ser necesariamente dulce, lo será si no ha fermentado toda la miel.

Esta bebida además de agua y miel puede llevar aditivos saborizantes como zumo de manzana, menta, lúpulo, canela, clavos de olor, etc.
Hidromiel en la antigua Europa
Las pruebas más antiguas de la fabricación de hidromiel se han encontrado en Alemania, datándose en el año 2100 a.d.c, al analizarse cuernos de vacuno usados como vasos.
En la mitología vikinga y germana, el dios Odín, el más poderoso, se alimentaba solo de hidromiel.

Los valientes guerreros que morían con honor en el campo de batalla y llegaban a su paraiso ultraterreno el Valhalla, allí podrían emborracharse eternamente con esa bebida.
Pero hay más: Era costumbre, en esta cultura, que los recién casados consumieran grandes cantidades de este liquido, no solo con la intención de celebrar el enlace, sino porque se creía que favorecía el nacimiento de varones, preferidos socialmente porque serían futuros guerreros. De aquí viene la expresión «luna de miel«.
Los celtas, pobladores de los bosques de centroeuropa, además sus conocidas pociones mágicas que les concedían superpoderes, también eran grandes bebedores de hidromiel.
Los griegos y los romanos, aunque se inclinaron por el vino, no perdieron la afición por la hidromiel. Los helenos lo conocían como “melikraton» y los otros como “aqua mulsum”. Para Julio Cesar, un ilustre romano, fue siempre su bebida favorita.
La hidromiel en Asia
En India también tenemos noticias antiguas de esta bebida y nada indica que fuera importada del continente vecino. Está citada en los escritos Védicos, donde además de los fundamentos de la religión hindú, también aparece la descripción de esta bebida. Hablamos de textos que datan del 1700 a.d.c.

La hidromiel en América Precolombina
En el otro confín del mundo, también se produjo el mismo descubrimiento. Los inteligentes mayas, disfrutaban de la dulce bebida. Le llamaban «balché«, porqué además de agua y miel llevaba corteza de un árbol del mismo nombre, conocido por los botánicos como Lonchocarpus longistylus.

Esta especie arbórea es nativa de México y Guatemala. Alcanza hasta 18 m de altura. El tronco es recto y corto, sus hojas son compuestas. Las flores de color violeta están dispuestas en racimos. Los frutos son vainas marrones cuando maduran y contienen una o dos semillas.
La hidromiel de los mayas es una bebida ceremonial, utilizada para homenajear a los héroes, aunque también tenía usos medicinales, empleándose para trastornos intestinales.
Erik, el maestro de la hidromiel.
Los guerreros del poblado han zarpado en busca de aventuras y riquezas, llevándose consigo hasta la última gota de hidromiel, en su idioma mjød, de la bodega de Erik, el más prestigioso fabricante de las Tierras del Norte.
Los viajeros volverán a finales de verano y traerán mucha sed. Durante la ausencia de los guerreros el viejo Erik elaborará más bebida. La suficiente para que el poblado del fiordo pase el largo invierno y se puedan aprovisionar los barcos de guerra, los llamados langskip, la siguiente primavera.

Erik se levantó bien temprano y acompañado de sus hijos y nietos salió en busca de la mejor de las mieles. Sabe por sus antepasados, tambien maestros bodegueros, que uno de los secretos de la hidromiel está en conseguir los mejores ingredientes. Viajan en un carro tirado por musculosos caballos, llenos de recipientes de barro donde guardarán el dulce tesoro.
El valle a donde se dirigen se encuentra a cinco jornadas de viaje y sólo los miembros de su familia saben como llegar a él. Allí crecen unas raras flores, cuyo exquisito nectar es trabajado por habilidosas abejas para obtener el dorado tesoro. Es un sitio peligroso, donde viven terribles osos, poco dados a compartir el manjar que les saciará después de un largo sueño invernal.

Al segundo día tuvieron un enfrentamiento con las bestias, pero la suerte estuvo de su lado y fueron suficientes las antorchas para poner en fuga a sus enemigos. Las colmenas estaban a rebosar, bastó una semana para colmar el carro.
El siguiente ingrediente que precisaban era el agua, pero no podía ser cualquiera. Tenía que ser la más pura y cristalina, la que nace en un secreto manantial, que, alimentado con las aguas del deshielo, brota en una isla maldita, de peligrosa arribada y evitada por los marineros, llamada la Roca de los Gigantes, en su idioma Rocken til Jotunen.

Pero Erik y los suyos no son cobardes ni supersticiosos, por contra, son excelentes navegantes y poseen una sólida embarcación de carga, un hafskip, más ancho que los barcos guerreros.

Este año, los vientos han sido favorables y no ha sido necesario usar los remos. Sólo precisaron tres jornadas de viaje para conseguir el preciado líquido.
La fabricación de la bebida requiere mucho mimo y atención. La miel ha de ser hervida con el agua varias veces en grandes calderos metálicos y filtrada, las veces necesarias, para que la cera y otras impurezas se eliminen de la mezcla. Cuando esta se encuentra en las condiciones optimas, llega el momento de llenar los barriles de roble, donde se encuentra el fermento, que no es otro que los restos de hidromiel del año anterior, pues nunca se vacían del todo los recipientes. La familia de Erik dedica el invierno a talar robles y a construir barriles, para reponer los que se rompen o pierden.

Hay un tercer ingrediente que añade aroma y un ligero color de sangre a la mezcla. Se trata de la parte pulposa de los frutos del tejo, en su lengua barlind, árbol de cuya madera se fabrican los mejores arcos del mundo conocido. Todas las demás partes de esta especie son venenosas, los carpinteros han de tener mucho cuidado con inhalar este serrín cuando trabajan la madera. Es mortal.

Para la fermentación es preciso tapar los barriles para evitar que el aire fastidie el proceso y se avinagre la mezcla. Pero este proceso produce un gas, que se libera abriendo de cuando en cuando una espita especial, otro secreto del clan de los hidromieleros, que impide el contacto con los fluidos atmosféricos.
Cuando los guerreros regresaron a finales de verano, victoriosos y cargados de riquezas, la hidromiel ya estaba en su punto. Fueron recibidos con jarras de esta refrescante bebida, justo cuando pisaron tierra firme. Cada uno de ellos bebió un buen trago, lanzando el resto al agua, para agradecer a Odín el regreso y para saciar la sed de aquellos que dejaron su vida en la última expedición, ahora habitantes del Valhalla.
Erik y los suyos fueron recompensados con una buena parte del botín de los viajeros y en su honor, durante el banquete de bienvenida, todos entonaron la Canción de la Hidromiel, Mjød Sang, acompañandose de golpes de tambor y bramidos de cuerno. Nadie madrugó al día siguiente.