En este post hablaremos de una » planta de poder», una especie de la familia Solanáceas (donde también se encuentran el estramonio, la belladona, el beleño, la mandrágora y similares) cargada de una batería de sustancias sicotrópicas y que ha sido y sigue siendo empleada en actividades mágico- religiosas.
Este arbusto es endémico de Chile, particularmente de una cadena montañosa llamada Costera Norte y crece formando parte de una peculiar ecorregión conocida como Bosque Valdiviano.

La cultura que usa los poderes de esta planta son el pueblo mapuche, araucanos para los conquistadores españoles que, en su día, tropezaron con los adversarios más indomables.

El Bosque Valdiviano
El Bosque valdiviano es una ecorregión con clima templado y lluvioso, gran diversidad vegetal y animal, cargado de especies endémicas. Está situado en el centro-sur de Chile y en zonas fronterizas con Argentina.

Es un bosque denso, muy estatificado, donde crece uno de los árboles más longevos del planeta, habiéndose datado ejemplares de más de 3.600 años, gigantes que pueden alcanzar los 50 metros de altura. Su nombre científico es Fitzroya cupressoides, los mapuches lo llaman «lawan».

Estos bosques no están suficientemente protegidos contra las actividades humanas, encontrándose en franco retroceso. El palo de brujos se encuentra en el borde de los caminos y en los claros del bosque, pero es poco frecuente debido a la sobreexplotación para usos rituales. No es fácilmente cultivable fuera de su territorio habitual.
Latua pubiflora
Es un arbusto de hoja perenne, espinoso, con hojas ligeramente carnosas y cuya forma recuerda a la hoja de una lanza (hojas lanceoladas). Las flores son péndulas, pilosas, de color violeta, y aparecen desde finales de invierno hasta principios de primavera. Como estamos en el Hemisferio Sur, hablamos de agosto y septiembre. Los frutos son bayas globulares, amarillo-verdosas, con pequeñas semillas de color marrón.

Popularmente se conoce como palo muerto, palo de brujos o latué.
Los principios activos son alcaloides, semejantes a los de las otras solanáceas venenosas: Hiosciamina, escopolamina, aloatropina y 3 alfa-cinamoyloxitropina.
Su ingestión produce sequedad de boca y posterior producción de espuma, dilatación de pupilas, convulsiones, delirios, alucinaciones, y si su dosis es grande, enajenación permanente o muerte.
Usos de la planta
Es recolectado en ciertas épocas por los chamanes, tiene un doble uso. Por un lado se le considera una medicina, para ciertas enfermedades, un antídoto contra los malos espíritus y una forma de experimentar visiones proféticas. Por el otro, una herramienta para producir males. Cuenta la leyenda que los mapuches empleaban su poder para enloquecer a los españoles durante las guerras de conquista.
La cultura mapuche no se dejó desplazar fácilmente por la cultura occidental y la antigua religión siguió siendo vigente en los nativos. La situación llego a tal extremo que, en 1880, se produjo una “caza de brujas”, a la manera de la Inquisición Europea, donde fueron apresados y condenados por hechicería a una buena cantidad de mapuches. Es el triste episodio conocido como el caso de los Brujos de Chiloé, una región isleña de Chile donde estos ritos eran más resistentes.

Un cuento botánico
Cuando un hombre de extraña vestimenta se acercó al arbusto, ocurrió un inexplicable fenómeno.
La especie vegetal se estremeció y tembló como si fuera un ser dotado de movimiento propio, sin que ningún viento lo agitara. El hombre arrancó varias hojas con una mano huesuda, semejante a una garra, y se marchó. El árbol volvió a su vegetal inmovilidad.

Mi guía, Pablo, un índigena chileno de la étnia mapuche, consciente de mi estupor, me dijo:
-Es un «calcu», un brujo malo, confiemos que no nos haya visto. El arból que ha herido es un latué. Tenemos que volver urgentemente al pueblo, el mal se avecina. Hay que avisar a la «machi».
Durante el viaje de vuelta acosé con preguntas a Pablo, que, con pocas palabras, me puso al corriente de la situación.
– En la cultura mapuche permanecen antiguas creencias anteriores a la llegada de los españoles relacionadas con lo que los occidentales llamarían brujería, pero ellos lo consideran como su religión.
Una vez que llegamos al poblado, mi guía se dirigió a la casa de una bruja benéfica, una «machi», con la intención de informarle de lo que habíamos visto.
No se me permitió la entrada.
Yo, intrigado hasta la médula, esperé que saliera Pablo para que me contara que estaba pasando, pero el mapuche no quiso decjrme nada. A partir de ese momento decidí actuar por mi cuenta.
Intuí que la machi pretendería ir a ver o a hacer algo con el arbusto que se movía, y sin contar con nadie, decidí volver al lugar de los hechos sin pérdida de tiempo.
Antes de que anocheciera ya estaba situado en un buen puesto de observación, cubierto de ramas y follaje.
Tuve suerte. Al poco de amanecer oí las voces de varias personas que se aproximaban. Era Pablo, una anciana que supuse que era la chamán y tres hombres más, todos mapuches.
Se situaron frente al arbusto y comenzaron a rezar y cantar en su lengua nativa. Había una palabra que se repetía muchas veces, que más tarde supe que era el nombre de la deidad más importante de su credo: Ngenechen.
Vi como la machi se acercaba al arbusto, le hacía reverencias, mientras le lanzaba el líquido de una botella y unos polvos de color blanco. Más tarde, con un cuchillo, seccionó una larga rama con hojas. En ningún momento de la ceremonia el arbusto se movió como yo había visto el día anterior.
Una vez que los mapuches se marcharon, me acerque a la planta, donde pude comprobar que el liquido de la oferta era chicha, una bebida alcohólica tipica de los Andes de olor inconfundible, y que el polvo blanco era harina cruda de maíz.
A la mañana siguiente Pablo vino a buscarme al lugar donde me alojaba, ya dispuesto a seguir con el trabajo de acompañarme por aquellos bosques, para ayudarme a conseguir semillas y otras muestras de aquella peculiar flora, motivo por el que me hallaba en esas lejanas latitudes, comisionado por el Jardín Botánico de Madrid.

Pero yo no me encontraba con ganas de seguir como si nada hubiera pasado y me encaré con mi guía, contándole que los había espiado en sus rituales.
-La machi sabía que usted estaba allí, pero no quiso molestarlo.
-¿Qué piensa hacer con la rama que cortó?
– La pondrá bajo la almohada que duerme y cuando esté seca la guardará hasta que llegue el momento.
– ¿El momento de qué?
-De curar a aquellos a los que el calcu maldiga con el palo que robó.
-Si no hubiera visto lo que vi, pensaría que vuestra religión era solo folckore y superstición. Yo soy científico. Aceptar otras verdades me puede llevar a la locura, todo mi mundo se derrumbaría.
-No se preocupe, señor hombre blanco, por la locura. La machi ha guardado varias hojas para usted.»

Si te ha gustado este post y quieres saber más sobre «plantas de poder», te recomiendo la lectura de: ¿Qué plantas te llevarías a un aquelarre?, en este mismo blog. Gracias