La humanidad ha obtenido de los árboles alimento, combustible, medicinas, material de construcción y ornamento para casas y jardines. Son los seres vivos más altos y longevos, capaces de renacer. Vinculan el cielo con la tierra donde hunden sus raíces. Las religiones, sean monoteístas o politeistas, han prestado mucha atención a los árboles, por sus utilidades y cualidades:
• La Biblia menciona más de 20 diferentes especies arbóreas, después de los humanos son los seres más citados: Unas son reales, como la acacia, que sirvió para construir el Arca de la Alianza o el ciprés, madera con la que se fabricó la Cruz. Otras son especies mitológicas, como el Árbol del Bien y del Mal, cuyos frutos, comidos por Eva y Adán les ocasionó la expulsión del Edén (la tradición popular dice que es un manzano, pero en los textos del Antiguo Testamento no se especifica), o el Árbol de la Vida, que concede la vida eterna.
• Los mayas consideraban el árbol Yaaxché (perteneciente al género Ceiba) como la conexión entre el Reino de los Vivos, el Reino de los Muertos y el de los Dioses. Sus raíces se hunden en el inframundo, donde se encuentran los espíritus de los difuntos, el tronco es el mundo y las ramas, el Universo, la morada de los Dioses. (Si quieres saber más sobre el Yaaxché, te recomiendo esta entrada: Ceiba, el Árbol sagrado de los Mayas )
• La religión de Germanos y Vikingos habla de un fresno, Yggdrasil, cuyas ramas y raíces mantienen unidos los nueve mundos: Asgard (el reino de los dioses Aesir), Midgard (el hogar de los humanos), Helheim (el hogar de los difuntos), Niflheim (el hogar de las tinieblas), Muspellheim (el mundo del fuego), Svartalfheim (el hogar de los enanos), Alfheim (el hogar de los elfos), Vanaheim (el hogar de los dioses Vanir) y Jötunheim (el reino de los gigantes). A los amantes de la mitología nórdica y los videojuegos, les aconsejo que le echen un vistazo al juego de moda: «God of War». Es una aventura espectacular donde este árbol es un elemento silencioso pero fundamental de la trama.
• Los celtas adoraban a los árboles, y sobre todo al roble (Quercus robur). Los druidas, sacerdotes de esta religión, oficiaban sus ceremonias en los bosques, para ellos, sus templos. Elegían lugares ocultos, de impracticable espesura, donde no fueran sorprendidos por extraños. Sus rituales, casi desconocidos hasta la fecha, incluían sacrificios humanos ante sus dioses arbóreos. (Para ampliar información sobre la relación de los druidas con el Mundo Vegetal puedes visitar: Muérdago, la poción mágica de los druidas ).
Este post está dedicado a un árbol considerado maldito en las sagradas escrituras del Islam. Recibe el nombre de Zaqqum. En el Corán puede leerse:
«No es mejor recibido que el árbol zaqqm? Hemos hecho de este árbol un azote para los injustos. Crece en las profundidades del Infierno, llevando frutos como cabezas de demonios: con él se alimentarán y llenarán sus vientres, junto con tragos de agua hirviente. Entonces regresarán al Infierno.»
Sura 37:62-68
El Zaqqum (en árabe: زقوم) es un espinoso árbol que crece en el infierno musulmán, el Jahanam. Produce frutas amargas con la forma de cabezas de demonios, llamadas guislin, que los condenados, Jati’un, están obligados a comer. El fruto quema sus vientres como lo haría el agua hirviendo.
Es imposible saber con certeza cual es la especie arbórea que usó Mahoma para describir el Zaqqum, si es que se basó en alguno. Deberemos buscar un árbol que crezca en la Península Arábica o algún lugar no muy lejano, sea espinoso y sus frutos sean tóxicos y parezcan cabezas de criaturas infernales. Ciertos pueblos del Sudán sostienen que el Corán habla de un cactus de porte arboreo, de nombre científico Euforbia abyssinica.
Crece de forma natural en matorrales pedregosos de las montañas de Etiopía, Eritrea, Somalia y Sudán, entre 1300 hasta 2200 metros sobre el nivel del mar. Es un cactus con aspecto de árbol que puede alcanzar más de 4 metros de altura. Las ramas son de sección octogonal, de angulos muy pronunciados, lo que le da el aspecto de una estrella de cuatro puntas. Tiene poderosas espinas en los ángulos externos, de más de 1 cm de longitud. Ocasionalmente puede presentar hojas alargadas en las zonas de crecimiento, pero no tardan en caerse.
En los jugos internos de la planta abunda un látex venenoso, corrosivo para la piel y altamente venenoso si se ingiere. Los frutos son redondeados y con irregularidades, que pueden recordar, con un poco de imaginación, cabezas de seres pesadillescos, los guislin, diablos islámicos. Si alguien se tropieza, ya sea en el terrible infierno musulmán, deambulando por montañas africanas o paseando por un jardín, con este enorme cactus, no es aconsejable, por mucha hambre que se tenga, intentar saciarla con sus frutos. La prudencia ante todo. Este cactus no es exactamente un árbol, le falta ser leñoso para gozar de tal condición y está relativamente lejos de la tierra de Mahoma. Busquemos otro candidato.
En Jordania se cree que el zaqqum corresponde a una especie bien distinta, Balanites aegipciaca, también conocido como «datilero del desierto». Es un árbol muy espinoso, de hasta 8 metros de altura, propio de los desiertos africanos y de Asia Menor. Geográficamente está en la zona idónea y es un árbol en sentido estricto, de momento, vamos bien.
Sus espinas miden de 2 a 7cm de longitud, tiene hojas caducas y oblongas. El fruto es amarillento, de piel sedosa y cuando se seca tiene cierta semejanza a cabezas humanas, como puede apreciarse en la fotografía. Sin embargo, aunque algo amargo, es perfectamente comestible. Los que lo consumen, sean animales o personas, no sufren ardores infernales. Los egipcios lo cultivaban hace más de 4000 años, como lo acreditan los restos de los frutos hallados en tumbas. Tampoco esta especie es exactamente la descrita en el Corán, pero indudablemente ha podido inspirar al autor del texto sagrado.
¿Y vosotros cuál creéis que podría ser?, ¿el de Sudán?, ¿el de Jordania?, ¿ninguno?…
Si conocéis algún árbol que se ajuste a la descripción os invito a dejar vuestro comentario aquí abajo.
Nos leemos! 😉
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