Con este nombre genérico se agrupan un conjunto de especies de plantas con flores, de aspecto similar y poseedoras de una sustancia bioquímica, un alcaloide, llamado efedrina. La efedra crece en ambos hemisferios, prefiere terrenos secos y la proximidad del mar. Puede alcanzar los 2 metros de altura, como Ephedra fragilis, de distribución mediterránea, o ser un pequeño arbusto de a penas 40 cm, como Ephedra sinensis, en la siguiente foto, nativa de Asia y una de las plantas estrella de la medicina tradicional china.
Este género botánico se caracteriza por tener tallos fotosintéticos, casi invisibles hojas escamosas y pocas ramificaciones. Sus flores son de reducido tamaño y de colores amarillentos. Las semillas se presentan cubiertas de una envoltura carnosa de tonalidades rojizas.
A finales del siglo XX su uso estaba muy extendido en Estados Unidos, calculándose, entonces una cantidad de 12 millones de consumidores. Se publicitaba como una hierba milagro, con fuertes poderes adelgazantes y capaz de mejorar el rendimiento deportivo. La muerte de un atleta de élite a consecuencia de la utilización de la ephedra alertó a las autoridades, que tras un proceso de investigación médica decidieron prohibir su comercialización.
Los efectos secundarios de la efedrina son demoledores, puede producir convulsiones, derrames cerebrales e infartos. Actualmente está prohibida en Estados Unidos, Países Bajos y Argentina. Está incluido en la lista de sustancias que dan positivo en los controles antidoping y crea dependencia en los consumidores. Sin embargo, en la mayoría de los países es fácil acceder a su consumo, ya sea secada para infusión o en comprimidos, lista para vigoréxicos y cocainómanos de bajo presupesto.
La actividad farmacológica de la efedrina es variada:
• Estimula el Sistema Nervioso Central: Ayuda a mantener despierto a enfermos de narcolepsia y mejora el ánimo de pacientes depresivos. Este efecto euforizante es semejante al producido por la cafeína y la cocaína. Las anfetaminas se fabricaban a partir de la efedrina, aunque, hoy, en su mayor parte son sintéticas.
• Estimula el Sistema Circulatorio: Aumenta la frecuencia cardíaca y la presión arterial, lo que contraindica su empleo en sujetos hipertensos y con afecciones de corazón. La automedicación es siempre arriesgada, sin embargo, cada cual es libre de jugar a la ruleta rusa cuando le apetezca o acudir a parafarmacias y herbolarios.
• Midriasis: Con este nombre se conoce la dilatación de las pupilas. Un conductor que pretenda combatir el sueño con comprimidos de ephedrina se arriesga a ser fácilmente deslumbrado por las luces de los otros vehículos que vengan en dirección contraria.
• Broncodilatación: Los bronquios, generalmente por reacciones alérgicas, pueden contraerse dificultando la respiración, dolencia conocida como asma. La efedrina dilata los bronquios, aliviando las dolencias del paciente.
• Vasoconstricción nasal: Si la sangre restringe su circulación en las fosas nasales se produce descongestión, aliviandose los efectos del resfriado.
En China la efedra se usa desde hace 5000 años, se conoce como Ma Huang y se indicaba contra el asma, la fiebre del heno, el resfriado común, rinitis, bronquitis, tos, conjutivitis…
En Occidente se emplea como droga lúdica: Aumenta las ganas de hablar y bailar, quita el sueño, el hambre y la borrachera etílica. Sus efectos duran aproximadamente ocho horas, pero si se consume con frecuencia, los efectos disminuyen y es preciso aumentar las dosis.
La prohibición de sustancias no es la solución para evitar el consumo irresponsable. El mercado negro y las mafias se desarrollan en los países donde la legislación es represiva y la educación básica es deficiente. No tiene sentido establecer reglas restrictivas para ciertos productos acogiéndose a la salud pública cuando hacemos la vista gorda con otros.
Las bebidas energéticas, amparadas por lobbys internacionales, son de libre consumo y los que las usan son considerados como sanos deportistas. Su abuso tiene las mismas contraindicaciones que una infusión de efedra, pero los gobiernos no se atreven a prohibirlas.
Qué razón tenía el poeta Francisco Quevedo cuando decía: «Poderoso caballero es Don Dinero».
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