En 1787 la Marina Real de Gran Bretaña encargó al capitán Bligh, un férreo y inflexible marino, que comandará el velero Bounty. La misión encomendada a Bligh consistía en trasladar el árbol del pan desde Tahití, una isla paradisiaca perdida en medio del Oceano Pacífico, hasta otro de los confines del mundo, el mar Caribe. La travesía, de miles de leguas, aguas peligrosas y desconocidas, no será fácil ni cómoda. Los intereses británicos están en juego y hay que mejorar la productividad para seguir siendo la primera potencia mundial. Introduciendo esta especie en las islas americanas se espera alimentar a los esclavos africanos de la forma más barata posible y disminuir costes. El mercado no perdona. Los españoles, holandeses, franceses y portugueses les disputan la hegemonía en el Nuevo Mundo.
Los frutos de este árbol, del tamaño de un melón era tradicionalmente usado como alimento por melanesios y polinesios. Sin embargo, este primer intento resultó un fracaso. La tripulación se rebeló contra el capital Bligh, que en un exceso de celo, cargó la embarcación con más de mil plantas. Los marineros vieron su espacio vital y sus raciones de agua brutalmente reducidas, convirtiéndose la travesía en un infierno para ellos. El capitán desoyó las quejas de los marinos y azotó a los cabecillas, que sólo pedían que se redujeran el número de pasajeros botánicos.
Estalló el motín. Bhigh fue abandonado en una lancha de remo y todos los arbolillos del pan arrojados por la borda. Los amotinados se fueron a vivir a una paradisíaca isla y formaron familias con las nativas, bien lejos de las nieblas inglesas. El estricto capitán, aunque malhumorado y cruel, era un buen navegante. Logró, con un puñado de hombres fieles a los remos de la pequeña embarcación, una brújula y un sextante, arribar a tierra firme y salvar el pellejo.
Estos hechos fueron narrados en la novela Mutiny on the Bounty escrita por Nordhoff y Hall y en la película del mismo nombre que protagonizó Marlon Brando. En castellano ambas, novela y película, se tradujeron con el nombre Rebelión a bordo.
El árbol del pan es originario de las islas Molucas y Filipinas, pero desde hace 3000 años acompañó a los aborígenes en la colonización de las islas del Océano Pacífico. Los ingleses en el siglo XVIII la introdujeron en las tierras del Caribe.
Es una especie arbórea conocida por los botánicos como Artocarpus altilis de una envergadura media de 15 metros, anchas hojas divididas en lóbulos y poderosas raíces. Necesita mucha humedad y altas temperaturas para vivir, no resiste las sequías y las heladas, sin embargo, es capaz de soportar terribles huracanes. En un mismo pie coexisten flores masculinas y femeninas formando agrupaciones (influorescencias). Las masculinas tienen forma cilíndrica y las femeninas son esféricas. Estas últimas, una vez fecundadas, forman el famoso y codiciado fruto.
El fruto puede llegar hasta los 8 kilos, según las variedades, posee una textura suave y carnosa y su color oscila del verde claro hasta el amarillo. En sus tejidos posee un latex blanquecino, rico en goma natural. Tiene más de un 60% de hidratos de carbono, proteínas, fibra, vitaminas y minerales, siendo casi el alimento completo. Un árbol de tamaño mediano puede producir al año más de 200 de estos frutos.
Los nativos de los Mares del Sur, como se llamaba antes a Oceanía, tienen en el árbol del pan el mejor de los aliados y por eso les ha acompañado en todos sus viajes de colonización, donde hay polinesios se cultiva el Artocarpus altilis y no solo como alimento. Pocos vegetales tienen tantos usos tradicionales como este hermoso árbol:
• Repelente de mosquitos: Las flores masculinas cuando se queman producen un humo que mantiene a estos molestos y peligrosos insectos a raya, evitando las letales enfermedades que transmiten con sus picaduras.
• Alimento: Además de la nutritiva pulpa, las semillas también constituyen parte de la dieta de los nativos.
• Medicina: Combate la diarrea, la disentería, baja la tensión sanguínea, y alivia el asma.
• Material de construcción y combustible: La madera es resistente y ligera, perfecta para fabricar canoas y viviendas. También se emplea para hacer fuego y cocinar.
• Fabricación de ropas y utensilios: La falda tradicional del pueblo polinesio, llamada tapa se fabrica con las hojas, que también se emplean como platos durante las comidas. Las redes de pesca, flexibles y resistentes, se elaboran con las fibras del árbol.
• Pegamento: El látex del Artrocarpus sirve, además de goma de mascar, para cohesionar redes y canoas dado su gran capacidad adhesiva y resistencia al agua.
Actualmente el árbol del pan se está introduciendo en muchos países africanos para mitigar el déficit alimenticio de la población, dada su condición de superalimento y su facilidad de cultivo. En el extremo opuesto, este fruto es utilizado como un producto gourmet por los chefs más cotizados, de gran versatilidad y libre de gluten.
La humanidad, sin duda, tiene una gran deuda contraída con el Mundo Vegetal, sirva la historia del árbol del pan como ejemplo. Deberíamos ser más respetuosos con él y actuar, de verdad como seres civilizados y no como una plaga destructora, contaminante y suicida.