Si el estramonio encabeza el top de las plantas diabólicas, la adelfa de las venenosas, el romero, por derecho propio, está a la cabeza de las especies benéficas.
Este humilde arbusto, nativo de las costas mediterráneas, que rara vez más alto que una persona, ha acompañado y servido a la humanidad desde tiempo inmemorial:
• En yacimientos neolíticos se han encontrado restos de ramillete de romero asociados a rituales religiosos. Se cree que se utilizaban como ofrenda a los dioses a cambio de propiciar nacimientos y partidas de caza.
• Las novias del Antiguo Egipto usaban coronas de este arbusto, que según ellos, tenían un fuerte poder afrodisíaco.
• Griegos y romanos llamaban a esta planta, propia de las cercanías del mar aunque también crece en la montaña, «rocío marítimo». Del latín «ros marinum» provienen los nombres en otras lenguas, por ejemplo en inglés «rose mary» y la denominación científica, Rosmarinus oficinalis.
• Los monjes medievales las cultivaban en sus monasterios. De ellas se obtenían ungüentos y otras medicinas muy útiles. Así, el romero, se extendió por toda Europa, incluidos los territorios atlánticos. En esta misma época los peregrinos aliviaban sus doloridos pies en agua donde se habían hervido las hojas.
• La tradición cristiana en Andalucía (España) asocia el color de las flores del romero, que oscilan del violeta al blanco, con el del manto de la Virgen. Cuando la Sagrada Familia, es decir José, María y el niño huían a Egipto, unas plantas de romero les ayudó a evitar a sus perseguidores, los esbirros de Herodes. Las flores de un macizo de estos arbustos adquirieron los colores del manto de María y así la camuflaron. La leyenda no especifica cómo se libraron José y Jesús de los sanguinarios soldados, pero un niño, que sólo unos años más tarde pudo convertir el agua en vino, es capaz de muchos prodigios. La creencía popular considera está planta como sinónimo de buena suerte y los vendedores callejeros, fieles a la tradición, las ofrecen a los turistas a cambio de la voluntad.
• Las «romerías» son unos rituales católicos donde los feligreses acompañan a una imagen de la Virgen en una procesión campestre, donde crece el romero y otras plantas aromáticas.
• Posteriormente también se consideró el romero como símbolo de la inmortalidad, plantándose en los cementerios y adornando a los difuntos con ellas. En las algunas viviendas se colocan coronas de romero en la puerta para evitar que entre la mala suerte.
Rosmarinus officinalis es una especie poco exigente, no precisa mucha agua ni un suelo especial. Sus hojas son pequeñas, lineales, de color verde oscuro en el dorso y más claras en el envés, ligeramente piloso. Florece en primavera y otoño. Es frecuente en parques y jardines, sin embargo, dada la dudosa limpieza de la atmósfera de las ciudades, es aconsejable utilizar el que crece en el campo.
La cantidad de sustancias con poder medicinal presentes en este arbusto, sobre todo en hojas y flores, es considerable. Podemos encontrar ácidos fenólicos, acidos flavonoides, diterpenos, acidos triterpénicos, alcoholes triterpénicos y un aceite esencial compuesto por pineno, canfeno, alcanfor…
Este combinado bioquímico permite el empleo del romero en múltiples dolencias:
• El alcohol de romero, obtenido a partir del aceite esencial, es un buen remedio para dolores musculares y óseos. También es un excelente protector gástrico.
• En infusión es aconsejable para dolencias hepáticas y para elevar la tensión sanguínea.
• Detiene la caída del cabello y ayuda a cicatrizar las heridas.
El romero es una planta aromática, se emplea en perfumería y para ambientar viviendas.
Culinariamente, pese a su sabor amargo, es muy preciada, sobre todo en la cocina mediterránea. Se usa como condimento de ensaladas, asados y para salsas, sobre todo las que tienen tomate. También se emplea en la elaboración de embutidos y quesos, actuando como conservante y aromatizante.