Los Virus y las Fronteras de la Vida

Los seres vivos se diferencian de la materia inerte por tres capacidades:

• Son capaces de nutrirse, es decir, intercambiar materia y energía con su medio externo para mantener en funcionamiento su medio interno. Esta propiedad, por si sola, no sirve para definir y diferenciar una entidad viva de la que no lo es. Una fábrica de muebles intercambia materia y energía con su exterior y no podemos decir que esté viva.

• Intercambian información con otras unidades. Dicho de otro modo, se relaccionan entre sí. Los ordenadores también lo hacen y aunque le pese a muchos, no se puede afirmar que sean seres vivos.

• Crean copias de si mismos, con ciertas modificaciones en la mayoría de los casos. Los hijos son diferentes de sus progenitores generalmente, pero si la reproducción es asexual, por ejemplo, si una bacteria se divide en dos, la descendencia es igual que el progenitor. Cuando las máquinas puedan, por si mismas, replicarse, el concepto de vida quedará obsoleto y los biólogos necesitaremos reunirnos para volver a definir lo que entendemos por vida.

De momento, para poder ser una entidad viva es preciso cumplir los tres puntos anteriores. Sin embargo, como en todo, siempre hay excepciones. En este caso los organismos conocidos como VIRUS.

Los virus son fragmentos de material genético, moléculas de ADN (ácido desoxiribonucleico) o ARN (ácido ribonucleico) envueltos en una cápsula de proteína. No se nutren, intercambiando materia y energía, tampoco se relacionan entre sí ni con nadie. Un virus es capaz de reproducirse, pero necesita introducirse en una célula y utilizar su laboratorio bioquímico para crear copias de si mismo. Mientras no lo hace permanece inerte durante tiempo indefinido, un día o un millón de años, como si de un trozo de mineral se tratara. Cualquier ser vivo necesita respirar, comer, excretar, interactuar con su medio. Si no lo hace así, muere y jamás podrá reproducirse. Los virus, si no son destruidos por agentes externos, nunca pierden la capacidad de parasitar a una célula y replicarse.

El material genético de las células es el libro de instrucciones de los procesos biológicos, en sus cadenas moleculares está la información necesaria para fabricar las estructuras que lo forman y para ponerlas en funcionamiento para que nutran, relacionen y reproduzcan a la célula.

Cuando un virus invade una célula, lo hace dejando su envoltura en el exterior de esta.

Sólo penetra el ADN o el ADN, una simple molécula, capaz de ser sintetizada en un laboratorio. Este material genético extraño, una vez dentro, toma el mando del metabolismo, suplantando la dirección de los genes propios, y pone la bioquímica celular a trabajar para el usurpador y fabricar múltiples copias completas de este, con sus envolturas protectoras y sus ácidos nucleicos. La célula, debido al esfuerzo, acaba muriendo y liberando a una multitud de virus nuevos, con capacidad de atacar otras víctimas o de resistir hasta el final de los tiempos.

La gripe es una de las múltiples enfermedades producidas por virus. El cuerpo humano puede defenderse de su ataque gracias al sistema inmunitario, una serie de mecanismos capaces de reconocer elementos extraños y neutralizarlos antes de que penetren en las células. Para ello es necesario reconocerlos como invasores. Las vacunas sirven para eso, para indicar a nuestras defensas quién es el enemigo a batir. Sin embargo, los virus son capaces de mutar y engañar a los defensores, convirtiendo la vacunación en un acto inútil.

Los ordenadores también son atacados por otra clase de virus. El ordenador considera una información ajena como propia y se pone a su servicio, viéndose perjudicado y trabajando para otros fines distintos para los que ha sido programado, entre ellos, infectar a otros ordenadores. Como vemos, aquí tenemos otra similitud entre la biología y la cibernética.

Las fronteras cada vez son más difusas. Los sistemas cibernéticos se nutren, se comunican, son atacados por virus, diseñan otros sistemas mejorados, sin embargo, aún dependen de la humanidad. Quizá sólo sea cuestión de tiempo que las máquinas se revelen contra sus creadores y prescindan de nosotros.

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