El agua del mar tiene un 3.5% de contenido en sales, la más abundante es el cloruro sódico, con fórmula NaCl. El agua dulce, idónea para el crecimiento de la mayoría de las plantas terrestres, a penas cuenta con un 0.05%. Cuando el agua suelo posee más de la cantidad habitual de sal que las aguas dulces sólo pueden desarrollarse plantas con adaptaciones especiales, a veces tan efectivas, que soportan hasta el 10% de contenido salino en el sustrato. Estos organismos vegetales reciben el nombre de halófitos.
Los ambientes salinos en tierra firme pueden encontrarse en el litoral marino, a consecuencia de las salpicaduras del mar o la invasión de las aguas marinas de las desombocaduras de los rios, y en las proximidades de las lagunas saladas, frecuentes en zonas desérticas y esteparias.
La abundancia de sales en el suelo generan problemas logísticos en las plantas, provocan que la presión osmótica del suelo sea muy alta. Las células están rodeadas de una membrana viva que sólo permite el paso de agua. Si el medio es más salado que la célula el agua tiende a salir al exterior y el interior se deshidrata. Si ocurre al contrario, el agua entra. Este fenómeno se conoce como ósmosis.
Hay plantas que para contrarrestar la perdida de agua por ósmosis, carentes de otros mecanismos habituales como inhibir la transpiración de agua a la atmósfera, han ideado uno nuevo. Son capaces de absorver con sus raices grandes cantidades de sales del suelo. La alta concentación interior atrae al agua. Es el caso de la Salicornia, que debido a la acumulación de líquidos adquieren aspecto carnoso. Estas plantas son comestibles y se han puesto de moda en la nueva cocina, pero, debido a su alto contenido en sal, debe usarse con mesura.
Otras plantas, capaces de regular su transpiración y superar así la dificultad para captar agua por problemas osmóticos, en cambio, no tienen un metabolismo adecuado para soportar tanta sal y deben librarse del exceso de ésta exudando la sal sobrante, quedando su superficie con aspecto escarchado. Este mecanismo lo usan unas plantas de pequeñas y persistentes flores, del género Limonium, llamada también siempreviva ( Los ramos cortados nunca pierden las flores, ni estas el color y la forma) . En la fotografía se aprecian las concreciones secas de la sal sobre los tallos de la planta.
En lugares próximos al trópico existen unas formaciones vegetales capaces de desarrollarse en desembocaduras inundadas diariamente por las mareas. Son los manglares. Estos ecosistemas tienen muchas dificultades para sostener la cobertura vegetal. La salinidad es muy elevada, el suelo sumergido, separado de la atmósfera, es pobre en oxígeno (no olvidemos que todas las raíces necesitan respirar).
Los árboles del manglar se han adaptado a este medio gracias a la modificación de sus raíces. Han desarrollado raíces respiratorias que captan el oxígeno de la atmósfera, capaces de brotar de las ramas y el tronco, que también actúan como zancos y dan resistencia al conjunto cuando las aguas retroceden.
Su metabolismo está adaptado a soportar las sales en exceso gracias a procesos enzimáticos y una excelente transpiración.
Los árboles que forman los manglares son más de 50 especies distintas, protejen el ecosistema contra la erosión del oleaje y las mareas. Estos ambientes poseen alta productividad y biodiversidad, son el hábitat juvenil de cientos de especies de moluscos, peces y crustáceos. También albergan anfibios y son vivienda temporal de una enorme multitud de aves migratorias.
Los humanos vivimos en un ambiente cada vez más inhóspito. Nuestras intervenciones en la Naturaleza generan demoledores efectos secundarios. Aprendamos del mundo vegetal a idear soluciones sostenibles y ergonómicas a nuestros acuciantes problemas ecológicos.
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