La varita mágica de Harry Potter, gemela de la del innombrable Voldemort, estaba fabricada con madera de acebo y tenía un núcleo de pluma de ave fénix, aquel mítico pájaro capaz de surgir de sus cenizas, pero, al contrario del árbol antes citado, que se sepa, este ave no vive en la Península Ibérica, así que, hablaremos de ella otro día.
El acebo crece en las montañas de la Cornisa Cantábrica, en las del norte de la Meseta Castellana y de forma esporádica en el resto en suelos silíceos de las sierras húmedas de la Península. En Garagüeta (Soria), forma un bosque laberíntico, acebal, de 400 hectáreas, donde, bajo sus verdes bóvedas, encuentran su hábitat; corzos, tordos y zorzales. Estos árboles necesitan humedad y sombra, encontrándose, cuando no son la especie dominante como en Soria, bajo la protección de robles y hayas.
El acebo, de nombre científico Ilex aquifolium, llega a los 10 metros de altura y puede vivir hasta 500 años. La corteza de su tronco es lisa y gris oscura. Sus hojas duran cinco años y son verde brillantes por el dorso (haz) y algo más amarillentas por el envés. Rigidas y resistentes, tienen espinas en los bordes. Hay ejemplares masculinos y femeninos, con pequeñas flores blanco-rosaceas. Los ejemplares femeninos dan en otoño un fruto esférico de color rojo lustroso que permanece en el árbol todo el invierno.
La madera del Ilex aquifolium está muy cotizada entre los ebanistas. Es dura y densa, no flota en el agua (el ébano y el boj, tampoco), y es de tonalidades claras. Difícil de trabajar, pero con ella se fabrican herramientas de carpintería, culatas de armas, se puede teñir con facilidad y resiste como ninguna la podredumbre. Según J.K. Rowling las varitas mágicas fabricadas con acebo escogen dueños que estan inmersos en una peligrosa búsqueda. Su funcionamiento es voluble y caprichoso, necesita combinarse con la pluma de fénix, que tiende a la indiferencia ante el mundo. Esta indicada para aquellas personalidades dominadas por la ira y la rabia. Si está asociación de madera y núcleo elige a un mago, éste se vuelve invencible.
Aristóteles, hijo de médico, conocía múltiples usos medicinales de esta planta a la que llamaba paliuro en sus escritos. Sus poderes radican en la presencia en sus hojas de ilicina, ácido cafetánico y dextrosa. Se usaba como diurético y laxante, y maceradas en vino, estas hojas, son tonificantes.
En jardinería su uso está muy extendido, sobre todo formando setos, ya que resiste muy bien la poda.
Esta especie tiene un alto valor ecológico, por una parte, su presencia en un ecosistema indica el alto valor del paraje en términos ambientales y por otra, las funciones que puede realizar: Favorece los suelos donde crece, retiene la humedad, da cobijo a multitud de aves y durante los inclementes inviernos de las montañas, la persistencia de sus frutos es muy importante para la fauna, en particular, para el escaso y huidizo urogallo, una de nuestros animales emblemáticos, que pese a las capas de nieve que limitan su alimentación en el suelo, puede alcanzar las ramas del acebo, donde le espera un nutritivo sustento.
Con la corteza del acebo se fabrica una sustancia pegajosa que impregnando, por ejemplo, varillas de esparto y colocándolas en las proximidades de los cursos de agua, se utilizaba para cazar pájaros. Afortunadamente, está actividad está prohibida y castigada con buenas multas.
En Navidad es costumbre adornar las viviendas con ramas de este árbol, incluidos los frutos o bien comprar pequeños arbolillos en tiestos. Este árbol, también está protegido por la ley. Es necesario comprobar que sea cultivado, si no, seremos cómplices de un atentado contra la naturaleza.
Muchas veces se le confunde con el muérdago y se le llama así, por varias semejanzas: Se usan ambos como adornos navideños, se extrae de ellos sustancias adhesivas para capturar pájaros y tienen valor medicinal. La realidad es que son dos especies bien distintas, como podeis ver en el post de este mismo blog «El Muérdago, la poción mágica de los Druidas». El muérdago, relacionado con las religiones antiguas, estaba considerado por las autoridades cristianas como asunto de brujas y dejó de utilizarse como ornamento festivo, favoreciéndose el uso del acebo.
En castellano posee muchos nombres comunes: Acebeo, acebu, acebu, azabache, billetera, bolostios, carbón, cebo, cebro, escaramundos, grebolé, muérdago, zardón…