La Flor Cadáver y otros Vampiros Vegetales

Los organismos parásitos establecen una relación desigual con el huésped, al que restan vitalidad, pero sin provocarle una muerte a corto plazo. Obtienen alimento de los jugos vitales del hospedante y explotan los recursos destinados a éste, ya sea suelo, agua, sol, insectos polinizadores… Los que parasitan pueden ser ocasionales y capaces de vivir por su cuenta o tienen que hacerlo sin más remedio y no pueden sobrevivir por sí mismos. Para su complicada tarea, la evolución les ha dotado de las adaptaciones necesarias.

No siempre que observamos que una especie vive pegada sobre otra, estamos ante un caso de parasitismo. Los líquenes y musgos pueden crecer en la corteza de los árboles sin dañarlos, sólo los utilizan de soporte. 

Las plantas parásitas se dividen en dos categorías: Hemiparásitas y Holoparásitas.

Hemiparásitas
: Tienen su propia clorofila, pudiendo por sí solas convertir el dióxido de carbono, el agua y la luz en alimento, sin embargo no poseen raíces capaces de extraer del suelo las sales y agua necesarias, obteniendolas de la planta parasitada. El huésped sufre poco daño, siempre y cuando la biomasa de los invitados no sea demasiado grande. Las Hemiparásitas pueden anclarse en tronco, ramas y raíces.

Las semillas de Muérdago, Viscum album, germinan en la parte aérea de las especies forestales. Desarrollan estructuras especiales que penetran hasta el sistema circulatorio del árbol, particularmente el xilema, encargado de transportar el agua y las sales, savia bruta, desde las raíces hasta las hojas. Si en un mismo árbol hay muchos arbustos de muérdago anclados, le restarán demasiada luz y agua y puede morir.

Holoparásitas: Estas son las verdaderas vampiras. No es lo mismo que te roben la bebida isotónica, a que también te chupen la sangre diariamente. Estas crueles plantas no poseen clorofila porque no la necesitan. Extraen de los conductos del hospedante la savia elaborada, es decir, el resultado del trabajo fotosintético de las hojas. Es un líquido rico en azúcares y otros nutrientes, los vasos, por donde circula desde las hojas al resto del árbol, se llaman floema. También se aprovechan de la savia bruta que circula por el xilema, portadora de agua y sales. Las plantas holoparásitas se delatan por sus colores, entre los que no está el verde.

La Cuscuta parece una melena, desde el blanco al rojo, que le sale a ciertas especies del matorral . Hasta que no le brotan las flores, es difícil saber de qué organismo se trata, su anatomía ha evolucionado de tal modo, que ha prescindido de lo innecesario: Sólo tiene tallos sin ramificaciones, no presenta hojas ni raíces.

El Rabo de Lobo, de nombre científico Orobanche, de llamativos tonos amarillos y rojos, es un tallo de decenas de centímetros cubierto de flores de aspecto sedoso. A simple vista no se le ve parasitando a nadie, pero si escavamos el suelo a su alrededor, veremos que un extraño apéndice subterráneo se dirige hacia las raices de la planta hospedante, que puede estar a varios metros de distancia.

La flor más grande del mundo, Rafflesia, originaria de Sumatra y Borneo, es una planta parásita de árboles de la Selva Indonesia. Reducida al mínimo, no tiene raíces, ni brotes ni hojas. Sólo es visible la flor, de 1 metro de diametro, aspecto carnoso y 11 Kilos de peso. De colores anaranjados, expele un olor nauseabundo, lo que ha proporcionado el título de «Flor Cadaver». A los insectos el aroma les resulta irresistible, garantizandole a la flor una buena polinización. Parece ser que a algunos niños indonesios no le importa el repulsivo perfume, su curiosidad es más fuerte. Estamos ante dos futuros botánicos.

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