Coevolución 

La evolución no es siempre un asunto particular de cada especie, a veces, el motor puede ser la competencia por el mismo alimento o territorio. La evolución emprende entonces una carrera de mejoras entre las especies competidoras. Un ejemplo, si son animales escavadores, como topo de nariz estrellada y el grillo topo, se enfrentarán dos diseños diferentes, pero con la misma misión. Puede ocurrir que uno de los contrincantes provoque la desaparición del otro, o que simplemente, el que va perdiendo, ensaye otro diseño superior que mejore el del contrario.

Cuando la relación entre especies es de tipo presa-predador nos encontramos ante una verdadera carrera armamentistica, sin embargo, ninguno podría prescindir del otro. El cazador no debe agotar su alimento, la presa no puede perder su control de población.

No siempre la coevolución implica guerra entre especies, al contrario, puede tratarse trata de una asociación, con beneficios mutuos.

 En ciertos casos la alianza es tan íntima que los socios pierden la individualidad y funcionan como si fueran un solo organismo. Los biólogos llaman a este consorcio Simbiosis.

Los humanos poseemos nuestros propios simbiontes, la flora intestinal, unas bacterias que viven en nuestro tubo digestivo donde encuentran calor, humedad, alimento y seguridad. Ellas a cambio nos ayudan con la digestión, hasta el punto que sin nuestras amigas, no podríamos sobrevivir.

Los líquenes, simbiosis de un alga con un hongo, tienen su propia categoría taxonómica y su propia disciplina botánica, la liquenología. El hongo aporta consistencia y protección, extrae el agua y sales del sustrato y, a cambio, el alga, procesa esta materia prima junto con el dióxido de carbono de la atmósfera y la luz. Asi fábrica el alimento necesario, mediante la fotosíntesis. Para reproducirse, el liquen dispersa, utilizando el viento, glomérulos con algas y filamentos del hongo, llamados soredios, que si caen en el lugar favorable reconstruirán al líquen .

 Si quisiéramos liquidar esta sociedad, se podría hacer de dos formas:

• Sumergiendo el líquen en agua: El alga está en su medio natural y ya no necesita que el hongo atrape el agua y le permita vivir en la atmósfera. Las células de alga se desligarán de las hifas (filamentos del hongo) y abandonaran la estructura.
• Depositandolo sobre materia orgánica: El hongo ya no tiene que cuidar del alga, tiene alimento de sobra y dejará de cuidar de su asociada. No necesita trabajar para alimentarse.
Los hongos también forman simbiosis con los árboles. Los pinos no tienen en sus raíces estructuras pilosas capaces de captar el agua del suelo como la mayoría de los árboles; necesitan entrar en simbiosis con los hongos. El filamentoso cuerpo de estos hará la función de pelos absorbentes e inyectará en los conductos de la raíz el agua y sales disueltas necesarias. El hongo recibirá por su tarea los azucarados jugos vitales que han elaborado las hojas del pino gracias a la fotosíntesis. Estos hongos se llaman micorrizas.

El Parasitismo es más triste que la simbiosis. El parásito  expolia al hospedante, que no recibe prestación alguna por ello, a lo sumo una enfermedad o una lenta muerte por agotamiento. La humanidad pasó gradualmente de ser un simbionte a ser un parásito de la Naturaleza, de la que tanto abusamos por codicia y dejadez. A Ella se lo debemos todo. Ella no nos debe nada. Quizás, cuando la evolución vuelva a tirar los dados, está vez perdamos nosotros. La Naturaleza no necesita de los humanos para sobrevivir.

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