El suelo es uno de los cuatro medios donde puede vivir un ser vivo, aunque los hay que pueden vivir en más de uno. Los otros son: La atmósfera, en la cual vivimos nosotros. El agua, donde están, por ejemplo, las medusas. Por último, hay organismos que están en el interior de otros, como los parásitos.
El suelo tiene una buena colección de habitantes, ya sean unicelulares, bacterias, protozoos, y más complejos, hongos, insectos, lombrices…Y también plantas, aunque sólo una parte de ellas, generalmente las raíces. El vegetal toma del suelo agua y sales minerales, para lo cual éste necesita cumplir ciertos requisitos, tiene que ser un sistema en equilibrio entre los elementos biológicos y los no biológicos. Si alteramos este equilibrio, los habitantes se ven afectados.
Uno de los factores que más le afectan, además de la ausencia de agua, la erosión y sustancias contaminantes, es el exceso de sal o salinizacíon, otro de los procesos naturales que los humanos, debido a un uso inadecuado de los recursos hídricos, se puede elevar de forma exponencial.
Este problema ocurre en las zonas poco lluviosas, cuando regamos con aguas inadecuadas por su alta cantidad de sales, en particular el cloruro sódico, la sal común. También ocurre cuando sobreexplotamos las aguas subterraneas dulces en zonas próximas al mar. El agua salada se filtra desde este para ocupar los espacios vacíos.
Un suelo con exceso de sal no permite el crecimiento de muchas especies, sean naturales o de explotación agrícola, hay otras que se ven favorecidas, son las llamadas especies halófitas, indicadores de que la salinidad se ha desbordado.
La salinización es aliada de la desertificación, da lo mismo que el agua sea escasa a que ésta sea salobre.
En África, Asia y América del Sur el fenómeno avanza de forma galopante y hay inmensas áreas de difícil recuperación, ya que la única forma de revertir el fenómeno es desplazar con ingentes cantidades de agua dulce para lavar el exceso salino y en los lugares donde ocurre, este recurso no es abundante, a veces, no hay la suficiente ni para el consumo humano.
En España el problema ocurre en la mitad sur, cuando terrenos de secano se convierten en regadío y la instalación de invernaderos permite varias cosechas al año. Al cabo de un tiempo, a veces sólo 10 años las tierras se vuelven estériles y son abandonadas por quienes las explotan, que no tardan en buscar terrenos próximos. De esta manera en Murcia, Almería, Granada, Cádiz, Huelva los famosos mares de plástico se convierten en saladares, la antesalada del desierto.
Los que tanto braman exigiendo trasvases y maldiciendo la falta de agua, agujereando el terreno con infinitud de pozos, no son desde luego, los que van a conseguir que volvamos a vivir en la Hispania donde una ardilla podía hacer turismo sin tocar nunca el suelo.