El Sol, la Luna y Venus son los tres cuerpos más brillantes de nuestro cielo.
El primero es una estrella más del cosmos, ni la más grande ni la pequeña y centro de nuestro Sistema Solar. Cuando la astronomía daba sus primeros pasos, la religión ya era un adulto y no pudo evitar que el Sol fuera adorado como un dios y representado casi como un humano. Ya sea el egipcio Ra, Helios el griego o Inti el inca.
La Luna tampoco se libró de los altares. Fue la diosa Sin en la antigua Mesopotamia, Coyolsauhqui para los aztecas o la deidad Tsukuyomi en Japón. Desde la tierra se veía hermosa y desconocida. Pero llegó Galileo con su telescopio y nos mostró su verdadero rostro. La diosa Selene, de bello rostro y grácil talle, cantada por Homero, era en realidad una roca esférica llena de cicatrices de meteoritos estrellados, sin vida ni atmósfera, satélite de la Tierra a la que muestra siempre la misma cara.
Venus, romana diosa del amor e hija del dios Jupiter. Le llaman la Estrella del Alba o del Atardecer. Es la última en apagarse y la primera en encenderse cuando el Sol y la Luna coinciden en el firmamento. Aunque el saber popular la llame estrella o lucero realmente es un planeta, no tiene luz propia sino la reflejada por el Sol.
Es el segundo planeta por cercanía al sol, el menos lejano y de tamaño similar al nuestro. Un día en Venus es más largo que un año venusiano. Rota cada 243 días y órbita el astro rey cada 224. Posee agua y todos los demás componentes que generaron la vida en la Tierra. Durante mucho tiempo se especuló con la existencia de vida en Venus dada sus similitudes con nuestro planeta. Esta expectativa se plasmó en la Ciencia Ficción con la aparición en escena de los venusianos, en clara competencia con los famosos marcianos y selenitas.
Sin embargo, otra vez más, la escrupulosa ciencia lanzó un jarro de agua fría a los soñadores. Esta vez no fue un telescopio. Fue la sonda espacial Mariner 10, en 1974, en su viaje hacia Mercurio. Además de fotografías muy interesantes, midió la temperatura de la superficie venusiana, 463°C. Es imposible la vida que nosotros conocemos fructifique en ese planeta. Los seres vivos están compuestos en gran parte por agua líquida. Como sabemos el agua se convierte en gas a los 100°C.
¿Por qué Venus es tan cálido?
La respuesta es sencilla. Por el efecto invernadero producido por las abundantes nubes de anhídrido carbónico que cubren el planeta. La luz solar atraviesa la barrera de nubes, pero cuando quiere salir al vacío, ya convertida en rayos infrarrojos, las nubes se lo impiden y el calor se queda en la atmòsfera.
Los científicos en los años anteriores a la travesía de la Mariner 10 apostaban por que Venus se pareciera a la Tierra. En la actualidad, rezamos para que la Tierra no se parezca a Venus.