Georges Cuvier fue un reputado sabio francés del siglo XIX, especialista en Paleontología y Anatomía Comparada. Su esfuerzo y tesón en la clasificación de las especies fué un hito en su época y sus afirmaciones se consideraban irrebatibles. Cuvier no creía en la evolución. Pensaba que el Creador puso simultaneamente en el mundo todas las especies de animales y plantas, pero diferentes cataclísmos a lo largo de la historia, sean volcanes, inundaciones o terremotos, habían provocado extinciones masivas. El humano y el dinosaurio compartieron la tierra y sólo uno de ellos sobrevivió. Según el, el planeta y la vida que contiene no supera una antigüedad de 6000 años. Esta teoría no contradice las narraciones bíblicas. Los ideológos cristianos y sus correspondientes jerarquías aceptaron a Cuvier como a uno de los suyos. Jean-Baptiste Lamarck, contemporáneo del anterior y también francés, primero de los científicos que se consideró biológo, pensaba de forma diferente. Para él, la vida no fue un acto de creación, sino un proceso de generación espontánea a partir de la materia inanimada. Todos los organismos vivos proceden de un escaso número de antepasados. Mediante la evolución, los seres primigenios se han adaptado a todos los ambientes, modificando su tamaño, órganos y funcionamiento en función de las exigencias del medio. Por ejemplo, una jirafa proviene de un animal semejante, pero de corto cuello. Imaginemos que emigra a una región donde escasea la hierba y sólo el follaje de los árboles ofrece alimento. El cuello del animal se alarga, generación tras generación, hasta alcanzar el tamaño óptimo. Dicho de otro modo, la necesidad de un recurso modifica al animal de forma adecuada a su obtención.
Charles Darwin, inglés, perteneciente a la siguiente generación de científicos, fue más lejos que Lamarck en sus ideas. Acuñó el concepto de Selección Natural, es decir, la supervivencia del más apto. La jirafa que experimentó por mutación espontanea el crecimiento de su cuello, fue la que sobrevivió y con ella su descendencia. La mutación no es un fenómeno dirigido, es aleatorio. Sus contemporáneos no aceptaron está visión del hecho evolutivo y lo consideraron como un personaje extravagante. El descubrimiento del ADN, en 1957, y el posterior desarrollo de la Genética le dieron la razón. Si bien en un animal es muy complejo comprobar en una escala de tiempo humana las mutaciones adaptativas, en el mundo de los microbios es perfectamente observable. Por ejemplo, las bacterias de los hospitales que se hacen resistentes a los antibióticos en cuestión de semanas y no hay manera de vencerlas.
Pero la ciencia va por un sitio y los manipuladores por otro más fácil. Siempre hay pseudocientíficos dispuestos a resucitar a Cuvier o a los que se inventaron la Biblia.