Charles Darwin, el mono disléxico

Darwin es tan importante para las Ciencias Naturales como lo es, Einstein para la Física, Freud para la psicología, Marx para interpretar la Historia o Camarón de la Isla para el Flamenco. Con ellos salimos de la tinieblas y nos acercamos a la luz. Pero ninguno de ellos fue profeta en su tierra y en su tiempo. Los puristas se les echaron encima e intentaron ridiculizarlos.Los orgullosos académicos europeos de la Biología, partidarios de la supremacía blanca y la existencia de razas inferiores, no soportaban la idea de un simiesco origen común. Como los loqueros de la época, más torturadores que médicos, no aceptaron la existencia del subconsciente; ni los Físicos estrictos, que todo fuera relativo. Los historiadores apolillados, narradores de hazañas de reyes y militares, chirriaban cuando un judío alemán demostró que el motor de la historia era la economía, y qué decir de los ortodoxos del flamenco cuando Camarón se hacía acompañar por peludos rockeros.

Darwin era hijo y nieto de hombres sabios y originales. Su padre probó que tocando la trompeta podía estimular el crecimiento de ciertas plantas. Los que se burlaron entonces, se murieron sin ver como los cultivadores de rosas carísimas eligen la banda sonora de los invernaderos según los efectos deseados.

El joven Charles, naturalista de la expedición del Beagle, recogió múltiples fósiles en la Patagonia y ejemplares vivos en las Islas Galápagos. Una vez en Inglaterra se encerró con su colección durante años y su cerebro comenzó a hilar los conceptos de evolución y selección natural. Darwin no frecuentaba los círculos académicos ni el politiqueo científico. Prefería escribir y estudiar antes que debatir en público, era tímido y con gran dificultad de palabra, prefería comunicarse mediante correspondencia postal y algunas tímidas publicaciones.

Darwin, a pesar suyo, se vio obligado a dar la cara. Sus amigos de la profesión le informaron que otro científico había concebido una teoría semejante. «El Origen de las Especies» salió a la luz y la comunidad científica se revolucionó. Fue preciso para Darwin comparecer en público y responder a las cuestiones de los académicos del ramo. La mayoría se le puso en contra, incluida la prensa sensacionalista y reaccionaria de la época que lo comparaban por su físico y torpe habla con un mono.

Quién ríe el último ríe mejor. Ahora el mono diléxico ocupa un trono en el Olimpo de la Ciencia. No por ello sus enemígos han desaparecido. Los esbirros de la religión no descansan. Los votantes de Trump, los integristas islámicos, los pseudocientíficos de los ovnis, los ultracatólicos antiabortistas y algún que otro iluminado. La batalla que no cesa, el mito contra el logos o la fe contra la razón. Parecía que al fin, los analfabestias estos habían aceptado la derrota, pero casi siempre la mentira es más fácil de entender que la verdad. Dios creó a Adán y a Eva, tan guapos ellos… Y, casualmente, blancos de piel.

 

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