Razones para buscar la Atlántida

En la estricta Academia de Platón surgió el mito de la Atlántida. Quizás, el maestro, experto en el Mundo de las Ideas, sólo puso un alegórico ejemplo para hacer comprensible a sus alumnos un concepto más alto y complejo que el hundimiento de un continente.
Quizás fuera cierto el rumor que corría por las aulas, propagado por un discípulo platónico, donde se afirmaba que unos de los Sabios de Sión, antepasado del narrador, viajó a Egipto donde conoció a un sacerdote que le habló de la Atlántida. Cuando Platón lo dio como cierto, todos lo miraron con envidia.

El Capitán Nemo, en uno de sus viajes submarinos a bordo del Nautilus, descubrió las ruinas de la Atlántida frente las costas de la península Ibérica, una majestuosa urbe habitada por peces y ondulantes algas, sumerjida en un eterno y mágico ensueño.

En los últimos años un prestigioso arqueólogo ha difundido en National Geographic el hallazgo de unas ruinas en las marismas del Coto de Doñana compatibles con la antigüedad y el diseño en círculos concéntricos de la Metropoli perdida.

Al resto de los entendidos en la Atlántida mejor no nombrarlos. La han situado en el Océano Índico, en el Mar Caribe, en el Pacífico, en el Polo Norte, en la Antártida. Los hay quienes afirman que la ciudad sobrevivió al cataclismo bajo la protección de una gigantesca cúpula transparente de un material irrompible, proporcionado por los extraterrestres.

Las profundidades del mar son unas desconocidas para los oceanógrafos, se invierte muy poco en su conocimiento. Los mapas del fondo están llenos de espacios en blanco tan grandes como continentes, de los que no sabemos nada. Los últimos descubrimientos han revolucionado el conocimiento científico, por ejemplo, los extraños ecosistemas que florecen en los abismos volcánicos en donde no llega luz alguna o la asombrosa geología de las cordilleras marinas.

Si se dedicaran esfuerzos y recursos suficientes en el conocimiento de nuestro enfermo planeta, podríamos encontrar miles de atlántidas deseando mostrarnos sus secretos. Quién sabe si entre ellos está el que nos salvará la vida. Platón, el sabio de los sabios, sabía lo que hacía cuando sembró en nuestros corazones la existencia de la civilización atlante.

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