En la lluviosa selva de Centroamérica, unos descendientes de los aventureros que cruzaron los hielos perpetuos desde Asia fundaron un Imperio que duró mil años. Se les conoce como Pueblo Maya.
Vivían en ciudades-estado independientes, como la famosa Tikal, rodeados de campos de maíz y bosques tropicales. Cultivaron artes y ciencias, por ejemplo, una medicina más avanzada que la europea en el siglo XIX, una rigurosa astronomía y que decir de las asombrosas pirámides escalonadas.
Este pueblo extrae su mitología del entorno. Reptiles, Aves, Jaguares … Al mando de este Olimpo selvático está Quetzalcoatl , la Serpiente Emplumada, que ocupa su trono en la rama más alta del Árbol Sagrado.
El mágico árbol del que hablamos es la Ceiba, en lengua maya Yaaxché.
Los dioses sembraron en las cuarto direcciones del Universo Ceibas Sagradas, al Norte la Blanca, al Este la Roja, al Sur la Amarilla y al Oeste la Ceiba Negra. En el centro sembraron una quinta, eje de todas. Sus raíces son el Xibalbá, el Reino de los Muertos, en su tronco está el Kab, la tierra habitada, en las ramas, las estrellas, donde viven los dioses, en la rama más alta mora el Padre de Todos los Dioses, el Quetzal Celeste.
La ceiba, encarnación terrestre de los mitológicos árboles, incluye veinte especies diferentes, distribuidadas desde México hasta Sudamérica.
Llegan a medir hasta 60 metros, su epidermis está adornada de afilas espinas curvadas, las raíces próximas a la base, a la manera de los Ficus, son tabuladas, sobresaliendo del suelo. Sus flores son hermosas y grandes, con cinco pétalos coloreados de blanco y rosa. Los frutos también son de tamaño considerable, rellenos de un tejido esponjoso y blanco, el Kapok.
Desde Centroamérica viajó a todos los rincones del mundo.
Como árbol ornamental, es frecuente en los parques y jardines de Europa. En Java, Malasia, Indonesia y Filipinas se cultiva con fines comerciales. El Kapok se usa como relleno de tapicería y el aceite de las semillas para fabricar jabones.
En el apogeo de las urbes mayas estaba por todas partes, fueran calles, avenidas, jardines públicos y privados.
Gente de tez oscura, rostro aguileño y porte altivo, pasean bajo el follaje de los Yaaxché, protegiendose así de los rayos del Dios Quetzal, evitando tropezar con las salientes raíces que conducen al mundo de Ultratumba, saben que tarde o temprano será su última morada, pero a su debido tiempo. Hoy hay Juego de Pelota en las canchas de piedra y acude todo Tikal.
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