Erase una vez un señor de Galicia, de humilde comienzo, que llegó a ser la persona más rica de España.

Héroe popular, modelo a seguir por nuestra juventud que dona millonadas a la Sanidad Pública para combatir el cáncer.

Este empresario decidió, un buen día, llevarse sus factorías fuera de España, en particular, a países asiáticos. «Aquí hay demasiados sindicalistas y ecologistas. Todavía hay jueces honrados!» debió pensar… Aunque los gobiernos estuvieran de su lado, no era suficiente.

En Asia puedes pagar a los trabajadores, incluido menores, que tendrían que estar escolarizados, un euro diario por jornadas interminables. En estos países puedes envenenar a los trabajadores y destrozar el Medio Ambiente sin costes adicionales.

España es perfecta para limpiar tu curriculum vitae, desgravando impuestos, jugando a ser un rey mago. El Gobierno acepta de rodillas el regalo. Les viene mejor recortar en Sanidad Pública y dejar que otros les saquen las castañas del fuego, que exigir a los corruptos la devolución del dinero robado o perseguirse a sí mismos por ladrones.

Últimamente se ha conocido otro comportamiento ejemplar de este benefactor de la humanidad:

Nuestro emprendedor, junto a sus colegas (Benetton, Levi’s. H&M,etc.) compra en  India, China e Indonesia un producto llamado viscosa, usado en la confección de ropa, a fabricantes que desprecian los efectos nocivos de su actividad sobre los obreros y población vecinal. Los fabricantes son otros, ellos se lavan las manos, al estilo Poncio Pilatos. Este proceso industrial excreta un compuesto, el disulfuro de carbono, que destroza el sistema nervioso y el hígado de quien lo inhala, afectando, sobretodo, a las madres gestantes.

El triunfador no es poeta, como Rosalía de Castro, tampoco dramaturgo, al estilo de Valle Inclán, ni un inspirado músico, como Emilio Cao, gallegos también, es un empresario sin escrúpulos.