Ebro, el Río Maldito

Los Íberos, nuestros antepasados prerromanos, deben su nombre al Río Ebro, el más caudaloso de la Península.

Nace en las agrestes peñas de Cantabria y desemboca en el Mediterráneo, formando un Delta en la costa de Tarragona. En su tránsito al mar riega tierras de vino y huerta (tintos riojanos y espárragos de Tudela) e inunda los arrozales en su tramo final.

El ladrillo es el ser más sediento de España. Mientras se construye, los yesos y cementos precisan agua. Una vez finalizada la obra necesitamos llenar piscinas, regar campos de golf y jardines y, obviamente, satisfacer el consumo doméstico.

Así no puede haber agua para todos. Los agricultores tienen que regar sus tierras y los ciudadanos que no viven en urbanizaciones siguen precisando agua. Entonces, los que organizan el cotarro, miran hacia el norte y pronuncian la palabra mágica: Trasvase.

Es la solución perfecta. Estimula la solidaridad entre comunidades. También, una faraónica obra pública genera buenas comisiones y unos suculentos sobrecostes. Pero siempre hay quien nos revientan la fiesta. Los conspiradores. Aquellos que dicen que el Río Ebro está enfermo y puede contagiar sus dolencias a otros ríos.

Veamos lo que dicen los enemigos del progreso:

• Las aguas del Ebro tienen una altísima concentración de insecticidas, resultado de un cementerio de residuos que reventó.  El arroz del delta no debería ser apto para el consumo.

• El río refrigera una buena cantidad de centrales nucleares: Santillán, Garoña, Escatrón I y II, Ascó I y II, Vandellós I y II. Magnífica oportunidad para criar peces de tres ojos o niños con dos cabezas.

• El Siluro, monstruoso pez importado de Europa Central, es ahora la alegría de los pescadores y la pesadilla de las especies autóctonas.

• El agua es turbia, lleva mucha materia en suspensión, pero a causa de los pantanos es pobre en sedimentos y cuando llega al mar pierde capacidad para formar playas.

• El Mejillón Cebra es otro turista que prolifera sin control alguno, formando masas de caparazones que obstruyen las canalizaciones de agua a una velocidad pasmosa, con la consiguiente pérdida de tiempo y dinero.

• El Caracol Manzana, enemigo de los arrozales, a los que arrasa, es prácticamente invencible. Sería triste que nos quedásemos sin la paella Valenciana o el arroz bomba de Calasparra, pero la única lucha contra él, que no conlleve peligro biológico, es la recolección manual uno a uno…

• El Mediterráneo se está salinizando. No es bueno reducir el aporte de agua dulce de los ríos, llevándosela a otros lugares.

Y es que con tanto profeta perroflauta no hay forma de salir de la crisis. Ahora el Gobierno no se atreve con los trasvases.

Y luego se persigue a los que sacan dinero de España. ¡Que injusticia!

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