El precio del progreso.

El jefe del clan del Zorro convocó a todos los demás jefes a un concilio en la tienda del hechicero mayor, que el día antes, había recolectado las hierbas y hongos que debían ser mezcladas con el tabaco ( Nicotiana rustica). El humo ayudaría a escuchar los consejos de Gran Espíritu, hoy más necesarios que nunca, pues la tribu se encontraba en el peor de los peligros posibles. Esta vez, los demonios de rostro pálido habían llegado demasiado lejos.
Al amanecer, el jefe del clan del Zorro ha desenterrado con sus propias manos un objeto ritual, un hacha que también se usa como pipa, el tomahawk sagrado. Solo él sabe en que lugar se ocultó desde la última vez que fue necesario.
Los jefes de los clanes del Oso, la Marmota, el Tejón y el Águila llegaron cuando el sol comenzaba su descenso. Sin hablar con nadie, se introdujeron en la estancia del brujo, donde el Padre de los Zorros aguardaba. El brujo les indicó, uno a uno, donde debían tomar asiento, tras los ritos de saludo.
El anfitrión rompió el silencio:
“El bisonte es nuestro hermano, nuestra madre y nuestro padre. Nos alimenta, nos da herramientas, protege nuestros cuerpos de la desnudez, nos proporciona luz y calor. En la caza, algunos de nosotros morimos y algunos de ellos también, pero nunca animales jóvenes o hembras preñadas.
Los demonios blancos han venido para quedarse. Quieren nuestras tierras, nuestra agua, nuestro pueblo como esclavos. Tienen un plan en marcha. Matar a todos los bisontes.
Ellos son poderosos, matan desde lejos con el poder del trueno. Montan veloces animales.
Ha llegado el día de la guerra”.
Después llegaron los discursos de los demás jefes. Los argumentos fueron similares. Cuando todos habían hablado, intervino el brujo:
“Es el momento de convocar al Espíritu”.
El hechicero depositó en el recipiente del tomahawk la mezcla vegetal y con un ascua le prendió fuego, aspiró el humo por el hueco del mango y lo depositó en manos del jefe que estaba a su izquierda, que fumó y lo transmitió al siguiente. Entre cánticos y golpes rítmicos de tambor, la pipa fue recargadas varias veces, hasta que el Espíritu habló, sin palabras, a los asistentes:
“HUID, ANTES QUE SEA MÁS TARDE.
BUSCAD OTRAS TIERRAS Y NO ESCUCHÉIS A SUS DIOSES.
PERO, SI OS QUEDÁIS, LUCHARÉ CODO A CODO CON VOSOTROS. MORIREMOS JUNTOS”.

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