La Piromanía es una enfermedad mental, los que la padecen sienten una atracción irrefrenable por quemar cosas, sean contenedores, coches, edificios …Aunque parece ser que los bosques son su objetivo más preciado.
La Pirofilia es una estrategia vital que consiste en el uso del fuego para obtener beneficios, presente, tanto en la Naturaleza como en la Sociedad Humana.
Los pinos son un buen ejemplo de seres pirófilos. Los incendios forestales favorecen su expansión en detrimento de otras especies arbóreas. Un pino, gracias a su alto contenido en resina, arde con suma facilidad. Las piñas, cuando prenden, salen despedidas a varios metros de distancia del árbol y a la manera de bombas incendiarias, lo propagan por el monte. Cuando las llamas se extinguen y reinan las cenizas, los piñones, muy resistentes a las altas temperaturas, germinan alegremente, librados de otras especies competidoras.
La Pirofilia humana es un negocio ventajoso para el que la práctica. Si favorecemos los incendios forestales, ganamos espacio para la ganadería, agricultura y el desarrollo urbanístico, las industrias papeleras obtienen materia prima a precio de saldo,etc.
En las selvas amazónicas los incendios abren paso a macrocultivos de soja, alimento de moda, y la cría de vacas, futuras hamburguesas. España, país parasitado por el ladrillo, es un paraíso para pirómanos y pirófilos. El dueño de un bosque decide quemarlo para bajar la calidad ambiental y así colar un plan urbanístico, la venta de madera para las papeleras es la propina.
Los gobiernos de este país han sido grandes aliados del fuego, llevan años y años repoblado montes, antes de encinas, robles, quejigos, hayas… con sus bienamados pinos. Y que decir de los recortes en medios de extinción, tanto humanos (los bomberos forestales cobran poco o nada por su trabajo) como materiales (resulta sospechoso que se accidenten tantos helicópteros y aviones)…
Que hagan la vista gorda a los intereses ilegítimos de los sectores de la construccion y de la energia, poniendo el cazo, claro está, es el pan nuestro de cada día. Las penas para los incendiarios son ridículas (pobrecitos enfermos ) y nunca alcanzan a los verdaderos inductores y beneficiarios.