El historial ambiental y paisajistico de Murcia merece ser elevado a la categoría literaria de esperpento. La realidad, para resultar grotesca y vergonzante, no necesita del talento de Valle Inclán para deformarla, únicamente ha de ser expuesta objetivamente. Recordemos las banderas de la Manga, los intentos de asesinato contra la huerta, la infame urbanística, la desertificación del suelo, la degradación de los espacios naturales, los esqueletos de cemento,etc,etc.
Las mentes pensantes estimaron que la Región de Murcia necesitaba, para salir de su secular atraso e insignificancia, la llegada de la alta velocidad, costase lo que costase y cayera quién cayese.
En un principio se consideró que no era preciso que pasase bajo tierra, que no importaba que partiera en dos a pedanías y barriadas si ahorrabamos dos horas de tren. Los vecinos desenterraron el hacha de guerra y plantaron cara a los profetas del AVE, que se comprometieron a soterrar las vías. Los efectos secundarios se han conocido hace poco: Mientras duren las obras, quizá uno, dos o cinco años, que nadie lo sabe con certeza, será preciso levantar a ambos lados del futuro trazado de la vía un muro de metraquilato de ocho metros de alto.
El muro, en algunos casos, quedará a ochenta centímetros de las fachadas. Así, para los pobres habitantes de las casas malditas, será imposible aparcar el coche en la puerta de su casa, tampoco llegarán ambulancias o bomberos, no podrán entrar ni salir camillas, sillas de ruedas o carros de bebé. Los emparedados habitantes vivirán en la penumbra, en un infierno de ruidos y polvo.
¿Y todo esto a quien beneficia?
Hay sobradas sospechas de la desaparición de dinero público, de veinte a sesenta millones de euros y todavía queda obra por hacer.
El Partido Popular y sus lacayos sacan barriga y se apuntan el tanto. Ellos son el progreso. Los murcianos les votan.
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