En estos últimos años los españoles estamos condenados a pagar deudas que no nos corresponden. Hemos asumido el «crak» de los bancos, los sueños de grandeza de los corruptos, aeropuertos sin aviones, autopistas sin coches, hospitales sin médicos, barracones por escuelas… Y ahora llega algo nuevo, los consumidores tienen que abonar, incrementando sus recibos de gas, dos mil y pico millones de euros.
El gobierno de turno, entonces del PSOE, consideró que España necesitaba con urgencia depósitos de gas en el suelo marino y decidió sacar a concurso público, que resutó ser un chanchullo de amiguetes, la concesión de las instalaciones.
Se hizo un chapucero estudio de Impacto Ambiental y el dinero corrió para tapar la suciedad. Es curioso que cuando un grupo mafioso-empresarial necesita un estudio ecológico para destrozar el Patrimonio Natural, siempre consigue «profesionales» que le hacen un mentiroso informe a medida de sus insaciables apetitos y, también, con la mayor desfachatez, logra un informe positivo de la administración de turno, aquellos que «cuidan» del medio ambiente en nuestro nombre.
Nadie pareció darse cuenta que la frágil geología de las costas de Castellón y Tarragona, atravesadas por una falla inestable, no estaba para aguantar la inyección de una monstruosa cantidad de gas.
Ninguno de los que recibieron el cuádruple por la venta de los terrenos manifestó queja alguna.
Una minoría de vecinos y los ecologistas dieron las voces de alarma y se enfrentaron a políticos e inversores. Otra vez la vieja historia de David contra Goliat, pero sin una honda que salve al pequeñín del gigante.
Ahora, que ha ocurrido lo temido y el depósito Castor ha cesado su actividad a consecuencia de los terremotos producidos, no hay ningún responsable político ni financiero encausado. Tampoco hay planes para desmantelar las inútiles instalaciones, que emergen del mar convertidas en un herrubroso esqueleto. Dicen que no saben como hacerlo sin provocar un desastre.
¿En que manos estamos?¿ Los tontos somos nosotros y ellos son los listos?
A tontos y listos les pregunto:¿Qué mundo vamos a dejar a nuestra descendencia?
Quizá los niños del futuro, si no siguen nuestro ejemplo, lo hagan mejor.